A veces los niños muestran síntomas y/o comportamientos (*) que preocupan a los padres. Es buena idea consultar con un profesional si esta preocupación y/o síntomas persisten sin motivo aparente.

En la terapia infantil establecemos primero una entrevista inicial con los padres para recoger la preocupación y la demanda, así como un consentimiento informado para poder tratar al menor. En función de la situación, se establecerá un plan de intervención, junto con los padres, para ayudar al niño/a a sentirse mejor y restablecer, si es posible, una situación de normalidad.

En la práctica clínica, el trabajo con los padres es fundamental.

A veces los niños, con sus síntomas y/o comportamientos disfuncionales, están llamando la atención sobre asuntos del sistema familiar que precisan atención. Detectarlos es fundamental para recuperar el bienestar de ellos. Y es por eso que en La Buena Mirada, miramos al niño como miembro de un sistema que siempre funciona compensándose entre los miembros que lo componen: padres, hermanos, abuelos…

Otras veces, los niños sufren situaciones sociales donde se sienten atrapados o indefensos, como el bullying o acoso escolar, en cualquiera de sus formas: psicológico, social, físico o verbal. Es importante detectarlo y consensuar un trabajo conjunto con los padres y el colegio.

Además de la visión Sistémica, ponemos en marcha herramientas cognitivo-conductuales para modificar las conductas objeto del problema. Y creamos un clima favorable para que el/la niño/a se sienta cómodo/a para tratar lo que le preocupa.

En la práctica clínica en los niños, habitualmente, nos encontramos con los siguientes síntomas y/o comportamientos disfuncionales: descontrol de esfínteres (eneuresis y encopresis), ansiedad, depresión, insomnio, quejas somáticas (cefaleas, vómitos, etc…), miedos desproporcionados, aislamiento, dificultad para comunicarse, explosiones de ira, llantos recurrentes, irascibilidad, timidez extrema, alta preocupación por diversos motivos, dificultades de integración en la escuela, apatía y falta de interés en el juego, pesadillas recurrentes, pensamientos obsesivos y fijaciones, dificultad para aceptar límites y normas, dificultad para concentrarse y prestar atención, impulsividad, baja autoestima, desórdenes alimentarios (Anorexia, Bulimia), etc.

A veces estos síntomas nos hablan de un trastorno psicológico y otras veces de dificultades, que, sin llegar a ser un trastorno, impiden que el niño viva tranquilo.